Cuando los españoles arribaron a América al final del siglo XV, no se podían imaginar la cantidad de culturas, lenguas, territorios y arquitectura de las que disponía el continente.
En el siglo XVI se fue conformando el virreinato de Perú. Sus hablantes denominaban al lugar donde vivían “anti”, que significa oriente (por donde sale el sol).
De la palabra “anti” procede el topónimo Andes. Esta palabra pertenece a la lengua quechua, una de las 420 que se habla en el continente sudamericano, y que llegó a ser la lengua oficial del imperio inca.
Machu Picchu, una de las “llactas” andinas (poblados), es símbolo del esplendor que llegó a tener el imperio inca. Una maravilla arquitectónica y de ingeniería que gracias a los trabajos de restauración todavía se conserva. En quechua, Machu Picchu significa “montaña vieja”.
El quechua, además de ser una lengua, hace referencia a una etnia andina. Se distinguen más de 70 etnias tan sólo en Perú, de las cuales las más numerosas son, aparte de la ya mencionada quechua, la aymara, arawak o uru.
Estos últimos durante mucho tiempo proclamaban ser descendientes directos de los primeros pobladores de los Andes. Un proyecto de investigación recolectó muestras de ADN de indígenas y se confirmó que los urus, al menos, poseen una ascendencia diferente a otros nativos.
Los Andes es la cordillera continental más larga del mundo, prolongándose alrededor de 8500 kilómetros desde Venezuela hasta Chile y Argentina y que posee los picos más altos del mundo fuera de Asia.
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