Temperaturas elevadas como las que sufrimos en las olas de calor de verano afectan a nuestro organismo. Al hipotálamo concretamente, una zona del cerebro que produce hormonas implicadas en numerosas funciones como la regulación de la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca, el hambre, el sueño, el libido…
¿Cómo regulamos nuestra temperatura corporal?
Los seres humanos somos homeotermos, es decir, mantenemos nuestra temperatura corporal constante sin depender de la temperatura ambiental. Tenemos mecanismos para producir calor en ambientes fríos o para ceder calor en ambientes cálidos. Estos mecanismos están situados en el hipotálamo, la piel, el aparato respiratorio, etc.
Gracias a nuestro hipotálamo somos capaces de mantener una temperatura constante de unos 37 ℃, independientemente de la temperatura ambiental.
El hipotálamo regula la temperatura del cuerpo a través de:
- Vasodilatación: los vasos sanguíneos se ensanchan, se acercan más a la piel y favorecen la pérdida de calor a través del sudor. Este proceso ocurre en verano y ante una ola de calor.
- Vasoconstricción: los vasos se encogen, se alejan de la piel y evitan la pérdida de calor. También el cuerpo genera movimientos opuestos de la musculatura para producir energía
¿Qué le ocurre a nuestro cerebro a altas temperaturas?
Como el hipotálamo se enfrenta a temperaturas extremas (ola de calor) tiene que trabajar en exceso para mantener una temperatura corporal adecuada. Como sus recursos son limitados, deja en un segundo plano otras funciones vitales.
Efectos del calor. Funciones del organismo que se alteran con el calor
Una de las funciones que pasan a un segundo plano es la atención, que se ve ralentizada.
Algo similar pasa con el sistema de comunicación cerebral. Los impulsos nerviosos tardan más en propagarse y por tanto nuestra capacidad de respuesta es mucho menor.
Además, las altas temperaturas también hacen que descansemos peor. No solo porque nos resulta más complicado dormir con un exceso de calor sino porque el hipotálamo también es el encargado de regular los ciclos de sueño y vigilia.
Por este motivo, durante los días calurosos es posible que te sientas poco perspicaz, cansado, apático o con escasa concentración para las tareas cotidianas o para el trabajo.
Golpe de calor
Con el calor las proteínas se desnaturalizan, a lo que coloquialmente hacemos referencia con “se me derriten las neuronas” ya que pierden su estructura afectando mucho a las neuronas.
Cuando el organismo se encuentra ante una situación de calor extremo, también se desencadena una respuesta inflamatoria que modifica la homeostasis (equilibrio) del tejido nervioso. Esto ocurre porque las altas temperaturas afectan a la barrera hematoencefálica del cerebro (encargada de regular la homeostasis del sistema nervioso)
Existe un tipo de neuronas especialmente sensible al daño, las células de Purkinje. Estas neuronas se encuentran en el cerebelo, y son responsables de la función motora. Por este motivo, uno de los síntomas característicos de un golpe de calor es la debilidad motora con afectación grave de la coordinación y el equilibrio (las células de Purkinje son altamente dañadas).
Las personas mayores y las personas con enfermedades crónicas son especialmente vulnerables a sufrir golpes de calor ante una situación de calor excesivo.
Agotamiento por calor
El agotamiento por calor se produce cuando el cuerpo pierde demasiada agua debido a una sudoración excesiva. Puede ir acompañado de mareos, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, calambres musculares, fatiga, confusión, desmayos e incluso colapso.
Es importante señalar que estos síntomas aparecen gradualmente y no suelen durar más de 24 horas.
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